Hoy quiero alas. Sí, para escapar de otro día sin
colores. Como un gusano humano mi crisálida ya está lista, perfora el capullo y
pone a secar esos todavía arrugados apéndices que pronto se llenan de sangre y adquieren
su forma definitiva. No me conformaré con las trasparentes de una libélula, ni
las ornamentadas de las mariposas. Si hace falta, las llenaré de coloridas plumas
que con su empuje me llevarán más alto.
Mi sueño sigue allá arriba, en un cielo que por
gris, me ha escamoteado el amanecer. Revoloteo sobre la ciudad arrinconada
contra el río por las colinas que la rodean. Por un instante me pareció vacía,
sin embargo, el clamor y el afán de los hombres se revelan
y me aturden. Ahora los diferencio como hormigas sobre las veredas y dentro de mecánicos
escarabajos de colores en las aceras, miro a mi alrededor y, con angustia, no
distingo a ningún otro ser en la inmensidad del aire.
Viviendo el sueño dentro del sueño, comprendo que
mi vuelo es solo una triste excusa para no despertar, para no enfrentar mi
simple y llana soledad. Me da vergüenza mencionarla, no tiene ribetes
dramáticos, poéticos ni de epopeya. Es tan mínima como un hueco vacío que se
confunde con el gris del día y no tengo derecho a olvidar por ella los dolores
ajenos, el hambre, la enfermedad, el abandono y la cínica ignorancia.
Sin embargo, no puedo dominar mis sentimientos y te
extraño con una intensidad que me sorprende y lastima. Ya lo sé, me lo he
repetido una y mil veces, sólo serán pocos días, pero no puedo dejar de pensar
que pesarán como años. El tiempo es extraño, con cualidades propias discurre de
diferentes formas, parece volar cuando alguien desespera, detenerse cuando se
anhela y desaparecer en forma de olvido en cuanto todo termina.
Es lo que me indica la experiencia de años, que no
por repetida ha sido aprendida. También comprendo la necesidad de tu viaje, no
falla mi razón sino mi corazón, como el bronce resistente que es una aleación
de metales blandos: cobre y estaño. Nosotros, juntos, somos mucho más que separados.
Son tantos nuestros años compartidos y tan cercana la fecha predestinada, que
olvidamos las rencillas provocadas por los nervios durante los preparativos y,
tranquilos, esperamos ese agridulce dolor de la partida.
Resiste mi sueño, te quiere a mi lado. Recorro como
un fantasma las habitaciones, pinto con esperanza los lugares donde reímos,
donde disfrutamos y donde ya no existen las lágrimas, esas que tu cercanía a
exiliado de este mundo.
Me despierto al fin y me acicalo en el baño, aun no
estoy preparado para enfrentarte. Resignado me afeito, desempaño el espejo y mi
acuosa imagen me pregunta si usaré la loción o el perfume. Por supuesto, hoy elijo
el perfume. Triste, reconozco que siempre ha sido por vos y creo que hasta que
vuelvas con una infantil rebelión, solo usaré la loción. Con fingida alegría tatúo
la mejor sonrisa que puedo sobre mis labios y, valiente abro la puerta para
llevarte hacia tu destino.
Carlos Caro
Paraná, 22 de noviembre de 2014
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Decía Calderón que la vida es sueño y tú vas más allá, pues en tus cuentos el sueño es vida, y la realidad sólo un triste lienzo que no tiene el color que tuvo, que hace falta. Ese final, cargado de melancolía, con el peso de los años pero también con la serenidad del que ha sentido, resulta maravilloso. Es triste sí, pero también infunde ternura, cariño. Un cuento de los que llegan, amigo.
ResponderBorrarSiempre me emocionan tus comentarios, me conoces demasiado, hermano, y yo a ti. Que bueno tenerte. Carlos.
ResponderBorrarCuánta poesía, Carlos. Hay frases que me han emocionado, como "no puedo dominar mis sentimientos y te extraño con una intensidad que me sorprende y lastima". Felicidades y gracias por compartirlo. Un beso
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