Hay veces que la inspiración no llega o llega a destiempo, cuando uno no está preparado. Sin ella, los escritos no tienen dirección y, como una veleta sin viento, van girando sin rumbo ora aquí, ora allá. El autor languidece en la espera o se deja tentar por los fuegos fatuos de repetirse.
Hay repeticiones permitidas y hasta obligadas, por ejemplo, caminar. Casi todos mis personajes lo hacen. En el mismo rubro incluyo a los que corren, a los que cojean o a los que trastabillan y también a los que creen que transitan por las nubes. La diferencia está en el por qué, ya que de esto depende su propósito en cada cuento.
Como persiste la ausencia de temas, me fijo en las “Últimas noticias” del periódico del día. La más pequeña reseña puede ser la punta de un hilo para desovillar. La sección “Policial” me provee de la intriga o el horror, según se trate de un robo de joyas o de una pelea que ha terminado con el cuchillazo final. Con un poco de imaginación, detectaré al instante el crimen de calidad y lo separaré como a la paja del trigo de esa maraña de simples hurtos.
Macabro, y sin entender el motivo sigo las “Necrológicas”, debe ser el respeto que provocan estas columnas de crucecitas. A mi edad las recorro como puntuando una lista: aparecen parientes, amigos y, a veces, hasta enemigos. A los obituarios de estos últimos, los leo completos aprendiendo con una extraña fascinación cómo se transforman en ángeles las malas personas. De ahí me ha nacido la idea de que la muerte es una especie de lavandina social. En cuanto cruzas esa línea, la muerte actúa sobre el alma al igual que la lavandina en las telas eliminando las manchas y ésta queda blanca y brillante ante los demás; sin embargo no creo que actúe frente al momento de rendir cuentas.
De aquí salto a “Sociales” y me doy cuenta cuánto ha crecido la ciudad. En los matrimonios no logro asociar el apellido de los novios con alguno de los muertos de hoy o de antes. Las nuevas modas se imponen y tampoco puedo emparejar los bautismos con las bodas anteriores, así son las cosas, hay bautismos sin boda.
En “Deportes” es fútbol, más fútbol y fútbol: lo sabemos todo de cada partido, de la posición de cada club en el campeonato, de cada jugador y de la vida privada de cada jugador. A veces por lástima aparecen dos líneas con los resultados del rugby, del tenis o del hockey (femenino, por supuesto).
Llego a “Política”, lo advierto enseguida por el berenjenal de nombres y partidos que me confunde. Si pierdo las noticias de un solo día, es como si en la batalla naval me dijeran “agua”. Ya no sabría hacia dónde disparar en el siguiente turno. Antes, los candidatos se mantenían en un mismo partido o, a lo sumo (como se dice), nacían en la izquierda para jubilarse en la derecha, pero siguiendo el debido escalafón. Sin embargo, ahora los postulantes eligen la mejor oferta y se van con el partido que más le convenga. Éstos tampoco duran mucho: nacen como arroyos de opinión, se unen con otros por las bases programáticas y, cuando en busca de un cargo público, se hacen afluentes de partidos más grandes, desaparecen diluidos por la ideología de los mismos.
El diario se agotó como una cantimplora vacía en medio del desierto, de modo que deberé esperar el de mañana para encontrar al fin esa esquiva inspiración.
Carlos Caro
Paraná, 9 de marzo de 2015
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